Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1889-1890 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 7 de noviembre de 1889
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Cánovas del Castillo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 36, 1090-1091
Tema: Aprobación legislativa de los presupuestos de 1889-90

Yo creía que al Sr. Cánovas del Castillo, en lugar de condenar al silencio que al Gobierno ha tenido, debía aplaudirlo, porque lo ha dado ocasión para pronunciar las palabras que ha oído el Congreso en nombre del partido conservador; y digo también que debía aplaudirlo, porque hay que observar la oportunidad y la ocasión en que el Sr. Pedregal pronunció las palabras que han servido de tema al brillante discurso del Sr. Cánovas del Castillo. Yo declaro que por la ocasión, que por el momento, que por las circunstancias en que las pronunció, el Gobierno pensaba, en efecto, protestar contra ellas, pero no pensaba darles la importancia que les ha dado S.S.

El Sr. Pedregal, juzgando a su manera la situación política, que a pesar de las íntimas relaciones en que suponéis a S.S., como a los demás compañeros, con el Gobierno; creo yo que no está bien enterado de la situación política; al Sr. Pedregal, juzgando la situación política, examinando los móviles que impulsan al partido conservador para sacar a la Regia prerrogativa en al momento y al instante de un embargo a que no está realmente sometida, y no explicándose las causas de esa precipitación, discurría diciendo: "Eso es que el partido conservador piensa heredar pronto, muy pronto, al partido liberal, porque dificultades interiores al partido liberal no tiene (Risas en los bancos de las minorías) absolutamente ninguna". ¡Si no hay más dificultades? que, no dificultades, estorbos que los que se ponen aquí! ¡Si fuera de aquí no hay dificultad ninguna! ¡Si aquí no hay más perturbación ni más ruido que al que se hace en este salón! (Muy bien. -El Sr. Ramos Calderón: Muy bien dicho. -Un Sr. Diputado: Estaremos más aquí).

Pero, en fin, así lo cree la opinión pública, y así lo cree, por lo visto, el partido republicano; y no explicándose causa ninguna interior, se fue a buscar la causa al exterior; y de la situación política exterior me parece a mí que está menos enterado todavía el partido republicano que de la interior, y allí daba como razón la de que podría venir una crisis por consecuencia de cierta política internacional que suponía podía seguir el partido conservador, y que no hace el partido liberal, en lo cual está en un error muy grande S.S.; porque, después de todo, aunque el partido conservador tuviera una política internacional distinta de la que tiene el partido liberal, y aun cuando en la eventualidad de una guerra fuera conveniente para los intereses de España que el partido conservador realizara su política internacional, distinta de la política internacional del partido liberal, ¿qué había aquí de ataque para nada ni para nadie? Absolutamente nada. Pues qué, ¿no están en lucha, y lucha tremenda, los partidos políticos en Italia respecto de la política internacional? ¿Y se le ha ocurrido a nadie decir qua allí el seguir ésta o la otra política sea un ataque a la prerrogativa Regia? No; aquí no hay más que una palabra que ha podido chocar en el oído monárquico del Sr. Cánovas del Castillo, como en los míos, que es la de crisis ignoradas.

Pero ¡ah! no es cosa de que tengamos los oídos tan delicados cuando oímos hablar de crisis de otra manera y calificarlas de otro modo, y cuando oímos hablar de la Regia prerrogativa en términos mucho más graves, no a republicanos, sino a monárquicos. (Muy bien). Señores, ¿y es cosa de que por una palabra así dicha por un republicano, cuando otras más graves se dicen por un monárquico, venga el Gobierno a discutir la buena fe con que la Regia prerrogativa se ejerce? ¡Ah! no; la Regia prerrogativa se ejerce con entera libertad, marcha impasible por su camino y siempre buscando el bien de la Patria, a pesar de las palabras que vengan de los republicanos o que salgan de los monárquicos más o menos indiscretos.

No había, pues, en mi opinión, motivo para tanto; pero ya que al Sr. Cánovas del Castillo le ha dado a esto una importancia superior a la que tiene, con lo cual ha dado más gravedad a las palabras del Sr. Pedregal y mayor importancia a sus juicios, yo no puedo menos de decir que estoy conforme con S.S. en la historia que ha hecho de la crisis ocurrida en tiempo del malogrado Don Alfonso XII, y que estoy conforme también con sus juicios respecto de las crisis venideras; que la Regia prerrogativa se ejercerá con entera libertad, y sólo atenta al bien de la Patria, cualquiera que sea la conducta de los republicanos, y cualquiera que sea también la conducta de algunos monárquicos. Y como de estas cosas cuanto menos se hable, mejor, yo concluyo sobre este punto.

El Sr. Cánovas del Castillo parece que duda que el Gobierno desee pronto la aprobación de los presupuestos porque, en sentir de S.S., el Gobierno tiene interés en que este Estado pueda prolongarse, que [1090] ahora no hay inconveniente ninguno, porque está lejos todavía el plazo en que han de concluir los presupuestos actuales. Pues bien, Sr. Cánovas del Castillo; el movimiento se prueba andando, y mi deseo se lo voy a probar a S.S. haciéndole una propuesta. Doy de término para todas estas discusiones incidentales todo lo que resta de semana. (Rumores). Y si no, nada; mejor para mí. Os doy eso como gracia. (El Sr. Romero Robledo: Ya lo tomaremos como derecho). ¡Ah! Eso es lo que yo siento. Pero, en fin, ahora no discuto con S.S.; estoy discutiendo con el jefe del partido conservador, y S.S. hasta ahora no es conservador, y lo siento. A mí me hace mucha gracia que todos los días se hable mucho, con gran alarde, de todas las minorías monárquicas, y las minorías monárquicas se reducen a una minoría conservadora y a unos cuantos Sres. Diputados, muy importantes, capitaneados por el Sr. Romero Robledo, que se han convertido en Cirineos del partido conservador. (Risas). Porque habéis reducido vuestro papel a ayudar al partido conservador, ni más ni menos; a eso habéis quedado reducidos.

Me dirijo, pues, al jefe del partido conservador y le digo: ¿cómo quiere S.S. que le demuestre el deseo del Gobierno de que aspira a aprobar pronto los presupuestos? Pues se lo voy a probar de esta manera: desde mañana, si S.S. quiere, y si no, desde el lunes, para dar tiempo a que todos los dictámenes de presupuestos estén sobre la mesa, ayúdeme S.S. a hacer que todos los días entremos por lo menos tres horas en la orden del día para presupuestos y los demás asuntos señalados, y tenga la seguridad de que así, al mes habremos concluido. Y si todavía quiere S.S. otra prueba más de mi buen deseo, además de ese acuerdo que se puede tomar por la Cámara a propuesta del Sr. Presidente, yo le hago a S.S. otra proposición, y es que, además de invertir todos los días tres horas en la discusión del orden del día, nos comprometamos todos a que ningún orador hable más de una hora, y en cambio el Gobierno es tan generoso que se compromete a no hablar más que la mitad: media hora. De esa manera verá el Sr. Cánovas del Castillo cómo no hay embarazo ninguno para la Regia prerrogativa, y verán también el Sr. Cánovas del Castillo y el partido conservador cómo tenemos tanto deseo como S.S. y sus compañeros y sus amigos de que la Regia prerrogativa quede en completa libertad lo antes que se pueda y por el mayor tiempo posible.

Porque yo le voy a decir ahora al Sr. Pedregal que no busque cosas misteriosas para practicar esos cambios de Gobierno que supone, no; hoy por hoy, y juzgando yo, aunque sea Presidente del Consejo de Ministros, como juzga un español cualquiera por los acontecimientos, por las dificultades que el Gobierno tiene en el exterior y en el interior, por las cuestiones pendientes, por todo, hoy por hoy no son más que ilusiones, y cada cual se hace las ilusiones que quiere. Porque las cosas tienen una razón, y yo no veo ninguna para que el Sr. Romero Robledo tenga esas esperanzas, tan inmediatas. Es verdad que aunque no las tenga, siempre las manifiesta, porque eso es táctica de S.S., y hace bien, para no desalentar a sus amigos y para que le sigan en esas grandes excursiones que S.S. emprende por el camino de la política.

Quedamos, pues; Sr. Cánovas del Castillo, y ahora vamos a ver quién tiene deseo de que los presupuestos sean pronto ley, en que yo, como Gobierno, ruego desde este momento al Sr. Presidente de la Cámara que proponga a su vez al Congreso que todos los días se empleen por lo menos tres horas en el orden del día para discutir los asuntos que haya en ella. ¿No hay bastante con una hora, de las cuatro, para preguntas, interpelaciones y proposiciones? Pues el Gobierno está dispuesto a todo lo que quiera el Congreso; si no hay bastante con una hora, se emplean dos; si no, tres; pero siempre otras tres horas para el orden del día, y de esa manera tendremos pronto los presupuestos, y tendremos también pronto el sufragio universal; porque también hay quien se vale del ardid, porque es un verdadero ardid, de poner obstáculos para que el sufragio universal sea ley, a condición de decir después que no es ley porque el Gobierno no quiere que lo sea. Pues sí: el Gobierno quiere que sean ley lo mismo el sufragio universal que los presupuestos; y como quiere que sean ley, os propone este medio; ya veremos si lo aceptáis; y si no, el país os juzgará a vosotros y nos juzgará a todos.

Y no tengo más que decir. [1091]



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